viernes, 7 de noviembre de 2008

Despereaux un ratón lector


El mundo es oscuro y preciosa la luz.
Acércate, querido lector.
Debes confiar en mí.
Voy a contarte una historia.






Merlota, la hermana de Despereaux, lo llevó a la biblioteca del castillo donde la luz entraba por altos ventanales y se posaba en el suelo formando brillantes parches amarillos.

-Venga -dijo Merlota-, sígueme, hermanito, y aprenderás lo mas importante acerca de cómo roer papel.

Merlota trepó a una silla y de ahí saltó a un atril sobre el que descansaba un enorme libro abierto.

-Por aquí, hermanito -dijo metiéndose entre las páginas del libro.

Despereaux la siguió, a la silla, al atril y a las páginas.

-Fíjate bien -dijo Merlota-. Esta cola de aquí es muy sabrosa y los bordes del papel son crujientes y apetitosos.

Mordisqueó el borde de la hoja y luego miró a Despereaux.

-Inténtalo -dijo-. Primero mordisquea un poco de cola y luego toma un buen bocado de papel. Y esos garabatos de las hojas son riquísimos. Despereaux bajó la vista al libro y, de repente, ocurrió algo muy sorprendente: las. marcas de las páginas, los “garabatos" como Merlota los había llamado, cobraron forma. Las formas se dispusieron a su vez en palabras, y las palabras formaron una frase encantadora y maravillosa: había una vez.

-Había una vez -susurró Despereaux.

-¿Qué-? -dijo Merlota.

-Nada.

-Come -dijo Merlota.

-No puedo, de ninguna manera -respondió Despereaux separándose del libro.

-¿Por qué?

-Hum -respondió Despereaux-. Arruinaría la historia.

-¿La historia? ¿Qué historia? -Merlota lo contempló de hito en hito, con un trocito de papel temblando en el extremo de uno de sus indignados bigotes-. Es justo lo que Pa dijo cuando naciste. Algo en ti no está bien.

Se volvió y salió de la biblioteca a toda prisa para contarles a sus padres esta última decepción.

Despereaux esperó hasta que su hermana se hubo marchado; se volvió a la página, y con una de sus patas tocó las preciosas palabras. Había una vez.

Tembló. Estornudó. Se sonó con su pañuelo.

-Había una vez -dijo en voz alta deleitándose con el sonido. Y entonces, siguiendo cada palabra con la pata, leyó la historia de una hermosa princesa y del valiente caballero que la servia y la honraba.

Despereaux no lo sabía, pero muy pronto le haría falta ser arrojado y valiente.

¿He mencionado ya que bajo el castillo se ocultaban las mazmorras?

En las mazmorras había grandes ratas. Ratas grandes y malas. Despereaux estaba destinado a enfrentarse a ellas.

Lector, debes saber que un destino interesante (a veces con ratas, a veces sin ellas) aguarda a casi todos los ratones y a los hombres que no se resignan.

Los hermanos y hermanas de Despereaux abandonaron pronto la ingrata tarea de intentar educarle para que fuera un ratón.
Y, de este modo, Despereaux fue libre.

Kate Dicamillo
Despereaux. Noguer Ed.

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