sábado, 27 de junio de 2009

Ni más ni menos




Vuela alto como el águila. No dejes nunca de soñar porque un día serás aquello que sueñes ser: astronauta, directora de orquesta, médico, carpintera, jefa de gobierno, maestro, guardabosques o veterinaria... Ahora es tiempo de imaginar y prepararte. Sí tú lo quieres, no habrá barreras para ti. Tú puedes volar tan alto como quieras y llegar a ser aquello que te propongas ser. ¡No lo olvides!


Nadie es igual o nadie y ése es nuestro tesoro. Miro alrededor y escucha el canto del colibrí, Ia mirada reposada de Ia lechuza el caminar de la gacela, el hacer de Ia abeja... Cada animal tiene su forma de vivir, de caminar, de mirar... Tú eres una persona única: sobes lo que quieres, sobes cómo jugar, aprender o conversar… ¡A tu manera!


Como el león en la selva, siente el orgullo de saber quien eres. Siéntete feliz por ser como eres. Tu familia, tus amigos y amigas, las personas que te conocen, te quieren y admiran por lo que eres. Porque para todos y todas eres importante y especial Tú heces que cada día sea una, aventura. No hay en todo el mundo nadie igual a ti. Saberlo nos hace sentir únicos y muy valiosos. ¡Recuérdalo!



Tienes derecho a recibir una educación, a tener cariño a no encontrar dificultades para leer, escucha cuentos, aprender, desplazarse, jugar, conversar o querer. Tienes derecho a crecer feliz. Tienes derecho a levantarte cada día esperado que algo sorprendente ocurra. Cada día te guarda una sorpresa. ¡No lo dudes!


Como el lobo, aprende a respetar y a querer o tus compañeros y compañeros. Cada niño y cada niño esconde un tesoro. No importa lo diferentes que seamos, siempre podremos aprender de nuestros amigos y amigas. A lo largo de tu vida, te encontrarán con personas distintos. Te cruzaras con niños y niños, todos y todos diferentes. Haz que siempre se sientan respetados y queridos.


Cuadernos de Educación en valores. Por preguntar que no quede. MEC Y otros

http://cid-964f70add39ede02.skydrive.live.com/browse.aspx/NI%20M%C3%81S%20NI%20MENOS%20MEC%20Y%20OTROS

PAMELA BRAM

No vaya a ser
Que de tanto buscar te encuentre
y te regale una coraza indestructible
llena de poderes,
para que te salves de la tristeza
que te provocan los domingos.

No vaya a ser
que me sueñe una tarde contigo
y acabe respirando el atardecer
que cae en tus mejillas
para que valga vivir sin aliento,
explorándote infinita.

No vaya a ser
que tenga sentido saberte
anclada a mi alma como un cuchillo
y ya sea demasiado tarde
para luchar con tu armadura
de domingos.


(pamelabram)

Cómo voy a salir a buscarte

Cómo voy a salir a buscarte

si lo único que puedo ofrecerte

son estas mariposas secas

colgando de mis labios.


Es tarde

y el sueño y el vino bailan

obscenos con mi alma.


Y qué te voy a contar

si mi voz es un pez muerto

que se derrama por mis manos,

si lo único que consigo

es vagar por las horas de cera

rendida a un viento que no me mueve,

que me golpea solamente

y se va y me deja

dando vueltas alrededor de mi sombra

como un planeta flotando

en un cielo absurdo,

sin órbita, cansado,

esperando,

esperando la muerte.


Eva Navarro

miércoles, 24 de junio de 2009

Eduardo Galeano

Vista del crepúsculo, al fin del siglo
Está envenenada la tierra que nos entierra o destierra.
Ya no hay aire, sino desaire.
Ya no hay lluvia, sino lluvia ácida.
Ya no hay parques, sino parkings.
Ya no hay sociedades, sino sociedades anónimas.
Empresas en lugar de naciones.
Consumidores en lugar de ciudadanos.
Aglomeraciones en lugar de ciudades.
No hay personas, sino públicos.
No hay realidades, sino publicidades.
No hay visiones, sino televisiones.
Para elogiar una flor, se dice: Parece de plástico.

domingo, 21 de junio de 2009

ALMUDENA GRANDES ESCALERA INTERIOR Un grano de trigo ALMUDENA GRANDES 07/06/2009

Los libros recién hechos huelen bien, a primavera. La primavera huele a libros nuevos, esa fragancia inefable para la que no existen adjetivos ni sinónimos posibles, el olor que desprenden las flamantes cubiertas plastificadas, la intacta tirantez de los lomos adolescentes, tersos aún, sin una arruga. Los libros viejos, esos que posan sobre la piel una pátina tenaz, amarillenta, huelen igual de bien, pero su aroma es diferente. Los libros leídos huelen a vidas ajenas, misteriosas vidas de desconocidos, hombres de piel áspera, mujeres de uñas pintadas que los sostuvieron entre las manos cuando eran nuevos y olían a primavera, mientras aún desprendían el perfume de los libros recién hechos, papel, tinta y amor. Sobre todo amor.

“El amor que inspiran los libros es una pasión compleja, tan difícil de explicar como la vida”
El amor que inspiran los libros es una pasión compleja, tan difícil de explicar como la vida, a la que nutren y de la que se alimentan. El amor que reúne a un autor y a un lector alrededor de un diseño inmejorable, ese objeto tan simple y tan perfecto, tan barato, tan versátil, tan fácil de utilizar y reutilizar tantas veces, ligero, pequeño, fácil de transportar y rigurosamente dócil a la voluntad de su dueño, porque no necesita pilas, ni enchufes, porque nunca se cuelga, ni necesita actualizaciones, porque, más allá de la educación primaria, no requiere preparación alguna, y puede usarse igual debajo de la tierra y a nueve mil pies de altura –¿cómo pueden soportar los vuelos transoceánicos las personas que no leen?–, es de esos amores que le cambian la vida a cualquiera. Por eso es justo que la primavera ame los libros, que los libros se enamoren de la primavera.
Escribir un libro es inventar una isla desierta y desear apasionadamente un naufragio. Cada libro que se publica es un punto nuevo, una mota negra, redonda y diminuta, en el inabarcable azul del conocimiento, del pensamiento humano. Cada autor lo ha creado con sus playas y sus volcanes, sus ensenadas y sus peligros, sus selvas, sus desiertos. Y ha previsto que sea habitable, ha llenado sus mares de pesca y sus bosques de caza, ha escondido entre sus rocas estratégicos manantiales de agua potable, ha fecundado a conciencia sus llanuras para sembrar frutales y cocoteros, y se ha elevado a la altura de Dios, aunque haya tardado mucho más de seis días en crear todo esto y comprobar que es bueno. Después, irremediablemente humano otra vez, se ha limitado a cruzar los dedos para desear con todas sus fuerzas que un barco se hunda cerca de sus orillas, que al menos un hombre, una mujer superviviente, se deje salvar por las olas para recobrar la consciencia tumbado en la arena. A partir de ahí, todo el poder es del náufrago. De su voluntad depende que esa isla deje de estar desierta, que crezca, que se expanda, que se consolide como un continente fecundo y poderoso, o que esa mota negra, abandonada al azar de los mapas, pierda su forma, destiña su color, encoja de tamaño hasta convertirse en una sombra parda, después gris, un recuerdo borroso, frágil, polvoriento, por fin nada.
Claro que Robinson Crusoe me cambió la vida. ¿A usted no? No sabe la envidia que me da, porque eso significa que todavía podrá leerlo por primera vez. Que todavía podrá experimentar la emoción suprema de ese instante en el que Robinson sale de su cabaña, mira al suelo como todos los días, y ve en él una plantita verde, tierna, que le resulta conocida, porque es trigo, un grano de trigo que ha llegado hasta allí no se sabe bien cómo, porque él buscó afanosamente el grano que transportaba su barco sin encontrarlo jamás, y sin embargo, una sola semilla debió quedarse pegada en una tabla, en una caja, en el fondo de un saco, para desprenderse a tiempo, para caer en la tierra y recibir el agua de la lluvia, el calor del sol, hasta germinar a escondidas. ¡Oh, qué trampa sublime, oh, qué majestuoso artificio, oh, qué gloriosa osadía, oh, qué maravillosa rueda de molino, de esas que, al tragarlas, alimentan más que el pan! ¡Cuántos granos de trigo nos están esperando en todos esos libros que nos quedan por leer!
Si sale a la calle, si se deja guiar por la voluntad del sol en las mañanas lentas, perezosas, de esta primavera con prisas de verano, encontrará más de los que sea capaz de llevarse a casa en media docena de bolsas de plástico. Es posible que ahora mismo le estén llamando, que estén gritando su nombre, hasta sus apellidos, porque aunque usted no se lo crea, ya le conocen. Vaya a su encuentro, no lo dude. Mírelos, tóquelos, respírelos, sucumba a la borrachera de tinta que se desparrama desde el borde de todas las casetas de todas las ferias abiertas en casi todas las ciudades de España, y aspire su perfume. Porque los libros recién hechos huelen bien todo el año, pero cuando su olor se mezcla con el de la primavera, fabrican un aroma muy parecido al perfume de la felicidad.