sábado, 10 de enero de 2009

miércoles, 7 de enero de 2009

Decid a mis amigos...

18 de agosto de 2008
Decid a mis amigos...

A veces, los lugares en los que se lee agregan a la lectura significados que los textos originalmente no tenían. No es que desfiguren el sentido primigenio, sino que provocan recuerdos inesperados, emociones insondables que, probablemente, no aparecerían si esos textos fuesen leídos en otro lugar, con otra luz u otro paisaje.

Afirmo esto a propósito del Barranco de Víznar. En la madrugada del día 18 de agosto de 1936, el poeta Federico García Lorca fue fusilado por soldados del ejército de Franco. No hay constancia oficial del día de la muerte, se supone que fue ese día por testimonios indirectos, ni el lugar exacto de su enterramiento, aunque los recuerdos del joven que lo sepultó permiten hacerse una idea bastante aproximada. Murió, eso sí se sabe con certeza gracias a las investigaciones, entre otras, de Ian Gibson, junto a un maestro, Dióscoro Galindo, y dos conocidos banderilleros granadinos, Joaquín Arcollas y Francisco Galadí, que se ganaban la vida en realidad como hojalateros y eran además militantes anarquistas. De lo que no hay duda es que su fusilamiento tuvo lugar en las proximidades del denominado Barranco de Víznar, en el camino que une ese pueblo granadino con el de Alfacar, en las estribaciones de la hermosa Sierra de la Alfaguara. Como también se sabe con seguridad que en ese barranco están enterrados otros muchos cientos de fusilados.

Durante décadas ese conocimiento fue secreto, transmitido en voz baja y con miedo. Pero desde unos pocos años se ha adecentado ese lugar y se ha colocado un monolito con una inscripción, Lorca eran todos, que recuerda algo elemental: que aunque el nombre del poeta descuelle sobre los demás, él siguió la misma infausta suerte de otras muchas personas anónimas. En una hondonada de ese barranco hay una improvisada cruz de piedras y ramas sobre la que los visitantes depositan cartas y poemas.

Cada año, en la madrugada de tal día como hoy, se celebran sendos homenajes a García Lorca y a los que murieron como él en el parque de Alfacar que lleva el nombre del poeta y en ese barranco próximo al pueblo de Víznar. En ambos casos, las conmemoraciones tienen lugar en terrenos bajo los cuales yacen los cadáveres de los ejecutados.

Siempre que conducimos a los amigos hacia esos lugares tenemos la precaución de llevar con nosotros algún libro con poemas de García Lorca. Leerlos en voz alta o en silencio, como hace en este caso nuestra amiga Shabnam, sabiendo que las palabras flotan sobre una fosa común, otorga a los poemas un irremediable carácter elegíaco, extrañamente vivificante.
Decid a mis amigos
que he muerto.
(El agua canta siempre
bajo el temblor del bosque.)

Decid a mis amigos
que he muerto.
(¡Cómo ondulan los chopos
la gasa del sonido!)

Decid que me he quedado
con los ojos abiertos
y que cubría mi cara
el inmortal pañuelo
del azul.
¡Ah!
y que me fui sin pan a
mi lucero.

A ese agudo sentimiento de veracidad me refería al principio cuando hablaba de la influencia de los lugares en la lectura, pues en esos casos parece que la literatura es parte inmanente de la tierra, como las rocas, los olivos, los grillos, las acequias.
Publicado por Juan Mata en 18.8.08
http://discretolector.blogspot.com/search/label/Barranco%20de%20V%C3%ADznar

lunes, 5 de enero de 2009

LA COMPRENSIÓN LECTORA:


CONCEPTUALIZACIÓN.

La comprensión lectora ha sido considerada como la “esencia de la lectura” (Durkin, 1993), esencial no sólo para el aprendizaje académico, sino para el aprendizaje a lo largo de toda la vida (NRP 2000).

Definición DE LA COMPRENSIÓN LECTORA:

“La comprensión lectora es un proceso complejo que incluye el uso consciente o inconsciente de varias estrategias, incluidas las de resolución de problemas, para reconstruir el significado que el autor ha querido comunicar. En la construcción del modelo se emplean estructuras esquemáticas de conocimiento y los distintos sistemas de señales dados por el autor (palabras, sintaxis, macroestructura, información social) para plantear hipótesis que se comprueban poniendo en marcha varias estrategias lógicas y pragmáticas. La mayor parte de este modelo debe inferirse, ya que el texto nunca será totalmente preciso y, en general, hasta los significados literales y figurados de las palabras deben inferirse a partir del contexto. Además de los procesos de razonamiento, los buenos lectores controlan el progreso de su comprensión y, llegado el caso, adoptan estrategias correctoras (monitorización).”

(Johnston, 1989)

“La comprensión lectora es un pensamiento intencional durante el que se construye el sentido a través de interacciones entre el texto y el lector.”

(D. Durkin, 1993)

“Comprensión lectora es la construcción del sentido de un texto a través de un intercambio recíproco de ideas entre el lector y el mensaje del texto.”

(Harris y Hodges, 1995)


Capítulo Siete Un ratón enamorado

El mundo es oscuro y preciosa la luz.
Acércate, querido lector.
Debes confiar en mí.
Voy a contarte una historia.


¿Y QUE ESTABA HACIENDO NUESTRO miembro favorito de la comunidad ratonil mientras el redoble del Consejo de los Ratones rebotaba por los muros del castillo?

Lector, debo informarte que Frano no había visto lo peor. Despereaux se sentó con la princesa y el rey y escuchó canción tras canción. En un momento dado, suavemente, ¡oh, tan suavemente!, Guisante puso al ratón en su mano. Lo alzó con mucho cuidado en la palma y le rascó las orejotas.

-Tienes unas orejas adorables -le, dijo Guisante-. Son como pedacitos de terciopelo.

Despereaux creyó que iba a desmayarse de gusto al oír que alguien se refería a sus orejas como cosas adorables y pequeñas. Enrolló la cola en torno a la muñeca de Guisante para sujetarse y sintió el pulso de la princesa, los latidos de su corazón, y el suyo empezó inmediatamente a latir al mismo ritmo.

-Papá -dijo Guisante cuando la música terminó-, me voy a quedar con este ratón. Vamos a ser grandes amigos.

El rey miró a Despereaux tumbado confiadamente en la mano de su hija y, entrecerrando los ojos, murmuro:

-Un ratón, un roedor.

-¿Qué? -contestó Guisante.

-Ponlo en el suelo -ordenó el rey.

-No -dijo Guisante, poco acostumbrada a que le dijeran lo que tenía que hacer-: quiero decir, ¿por qué habría de hacerlo?

-Porque yo te lo digo.

-Pero ¿por qué? -protesto Guisante.

-Porque es un ratón:

-Ya lo sé. Yo fui quien te dijo que era un ratón.

-No había pensado en... -dijo el rey.

-¿No habías pensado en qué?

-Tu madre. La reina.

-Mi madre -dijo Guisante tristemente.

-Los ratones son roedores -dijo el rey, que se ajustó su corona y continuó-: están emparentados con... las ratas. Y ya sabes cómo nos sentimos respecto de las ratas. Conoces nuestra tenebrosa historia con las ratas.
-Pero papá -contestó Guisante-, ¡no es una rata! Es un ratón. Hay una gran diferencia.

-La realeza -dijo el rey- tiene muchas responsabilidades. Y una de ellas es no involucrarse personalmente ni siquiera con los parientes lejanos de los enemigos de uno. Ponlo en el suelo.

La princesa puso a Despereaux en el suelo.

-Buena chica -dijo el rey.

Luego miró a Despereaux y añadió:

-Lárgate.

Despereaux, sin embargo, no se largó. Se limitó a sentarse y a mirar a la princesa.

El rey, golpeando el suelo con el pie, repitió gritando:

-¡Lárgate!

-Papá -dijo la princesa-, por favor, no seas malo con él.

Y empezó a llorar.

Despereaux, viendo sus lágrimas, rompió la última de las antiguas, grandes reglas de los ratones: habló. Habló a un ser humano.

-Por favor -dijo Despereaux-, no llores.

Y le tendió su pañuelo.

Guisante se sonó y se agachó para acercarse a él.

¡No le hables a la princesa! -gritó el rey con voz atronadora.

Despereaux dejó caer su pañuelo y dio unos cuantos pasos hacia atrás separándose del rey.

-Los roedores no les hablan a las princesas. No dejaremos que el mundo se convierta en un batiburrillo donde todo esté patas arriba. ¡Hay reglas! Lárgate. ¡Sal de mi vista, antes de que recupere mi sentido común y te mande a matar!

El rey golpeó de nuevo el suelo con el pie. A Despereaux le pareció muy alarmante ver un pie tan grande caer con tanta fuerza y enfado cerca de su cabecita. Corrió hacia el agujero del muro.

Pero antes de entrar por él se volvió. Se volvió y grito a la princesa:

-¡Me llamo Despereaux!

-¿Despereaux? -contestó Guisante.

-¡Te honro! -gritó Despereaúx.

"Te honro" era lo que el caballero le decía a la hermosa doncella en la historia que a diario leía Despereaux en el libro de la biblioteca. Despereaux había susurrado a menudo esta frase pero nunca había tenido la ocasión de utilizarla al hablar con alguien.

-¡Sal de aquí! -gritó el rey golpeando el suelo con el pie cada vez más fuerte hasta que pareció que todo el castillo, que todo el mundo, temblaba-. Los roedores no saben nada del honor.

Despereaux entró en el agujero y desde allí contempló a la princesa, que había recogido su pañuelo y lo miraba..., directamente a su alma.

-Despereaux -dijo Guisante. Despereaux vio su nombre en sus labios.

-Te honro -susurró Despereaux-. Te honro.

Puso una pata sobre su corazón y se inclinó tanto que sus bigotes tocaron el suelo.

Era, ¡ay!, un ratón profundamente enamorado.

Kate Dinamillo
Despereaux
Noguer