jueves, 27 de noviembre de 2008

EL SABIO QUE TOMÓ EL PODER

Un día, hace muchos años, el Mono advirtió que entre todos los animales era él quien contaba con la descendencia más inteligente, o sea el hombre.

Animado por esta revelación empezó a estudiar un gran lote de libros arrumbados desde antiguo en su casa y, a medida que aprendía, a conducirse como ser importante frente a las situaciones más comunes.

Fue tal su empeño que en poco tiempo hizo enormes progresos, aconsejado por la Zorra en política y en saber por el Búho y la Serpiente.

De esta manera ante el asombro de los inocentes, pronto inició su ascenso a la cumbre, hasta que llegó el día en que amigos y enemigos lo saludaron secretario del León.

Sin embargo, durante un insomnio (en los que había caído desde que sabía que sabía tanto), el Mono hizo aún otro descubrimiento sensacional: la injusticia de que el León, que contaba únicamente con su fuerza y el miedo de los demás, fuera su jefe; y él, que si quisiera, según leyó no recordaba dónde, con m poco de tesón podía escribir otra vez los sonetos de Shakespeare, un mero subalterno.

A la mañana siguiente, armado de valor y aclarando una y otra vez la garganta, durante más de una hora expuso al León con largas y elaboradas razones la teoría de que de acuerdo con la lógica más elemental los papeles debían cambiarse, pues para cualquiera con dos dedos de frente era fácil ver cómo lo aventajaba en descendencia y, por supuesto, en sabiduría.

El León, que intrigado por el vuelo de una Mosca en ningún momento había bajado la vista del techo, estuvo conforme con todo, en ese mismo instante te cambió la corona por la pluma y, asomándose al balcón, anunció el cambio a la ciudad y al mundo.

De ahí en adelante, cuando el Mono le ordenaba algo, el León, siempre de acuerdo, asentía invariablemente con un zarpazo; y cuando el Mono lo regañaba por alguna orden mal entendida o por un discurso mal redactado, con dos o tres; hasta que, pasado poco tiempo, en el cuerpo del nuevo rey, o sea el Mono sabio, no iba quedando sitio del que no manara sangre, o cosas peores.

Por último el Mono, casi de rodillas, rogó al León volver al anterior estado de cosas, a lo que el León, aburrido como desde hacía mil años, le respondió con un bostezo que sí, y con otro que estaba bien, que volvieran al anterior estado de cosas, y le recibió la corona y le devolvió la pluma, y desde entonces el Mono conserva la pluma y el León la corona.

Agustín Monterroso

El País

Clásicos del Siglo XX

martes, 25 de noviembre de 2008

OTOÑO

EMTRE ADIVINANZAS Y POEMAS

17 - Buenos Aires, 26 de enero de 2000

FICCIONES

Poesías inéditas de Ruth Kaufman

"Los rimaqué" es la obra más reciente de Ruth Kaufman, y todavía se encuentra inédita. (Nota de febrero de 2003: Fue publicada por editorial Sudamericana en 2002. Ver reseña aquí.) Se trata de una colección de poesías construidas esencialmente en torno a preguntas, de las que muchas funcionan también como adivinanzas. Este último rasgo llevó a la autora a incluir un índice al final de su volumen, con los títulos de los poemas, que sólo aparecen allí.

Publicamos en Imaginaria, con la gentil autorización de Ruth Kaufman, 12 de los 23 poemas que componen "Los rimaqué", respetando esa estructura original: para ver el índice puede hacer click en el número de cualquiera de los poemas, o ir directamente hacia el pie de la página (y viceversa: desde el índice puede llegar a cualquiera de los poemas haciendo click en su título).

También puede ir a un poema en particular haciendo click en uno de los números que siguen:

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12


Los rimaqué

por Ruth Kaufman

Siete son los maestros
de todo lo que yo sé
¿qué, quién, cómo, cuándo, dónde
por qué y para qué?

¿Mi a jajam? (Quién es el sabio?
A Iodea lishol El que sabe preguntar)

Pirkei Abot, Talmud de Babilonia

1

¿Estará el fuego escondido
bien adentro de los troncos
hasta que las chispas llegan
y lo despiertan de pronto?

¿O vendrá desde muy lejos
dando rápidas zancadas
para comerse a los leños
con sus lenguas afiladas?

2

Se ponen las nubes
redondas y negras
de la tierra sube
olor a tormenta.

Un fuerte estallido
y volamos los dos:
hermanos mellizos
relámpago y yo.

Si juntos salimos
a andar por el mundo
¿por qué llego yo
siempre segundo?

3

¿Adónde se van las sombras
de los árboles altivos
cuando el cielo al fin acalla
el color y sus chillidos?

¿Adónde van las estrellas
espantadas, sin su brillo?
¿huyen junto a las lechuzas
los ladrones y los grillos?

4

En todas las cosas
yo dejo mi brillo
rojo, blanco, verde
azul o amarillo.

Apenas me acerco
las cosas se asombran
y hasta el más pequeño
proyecta su sombra.

Me voy arrimando
y las sombras se mecen
se estiran, se achican,
vibran, se estremecen.

Pero ni bien
sus caras alumbro
¿por qué, encandiladas,
se van de este mundo?

5

¿Por qué en medio de la cara
sólo yo me he vuelto rara?

Yo era chiquitita
más chiquita que un botón
pero un día de repente
pegué fuerte un estirón.

¡Ay que cuerpo desparejo
me gritaron los espejos!

¿Cuál ha sido la patraña
que me ha vuelto tan extraña?

6

Cuando el mar de un lado avanza
y a la arena araña y muerde
¿es porque del otro lado
asustado retrocede?

¿Cuántas orillas tiene el mar?
¿Existe viajero
que las pueda contar?

7

Poquitos rincones
encuentro en los mapas
que no haya tocado
mi cuerpo de plata.

Bajo con las lluvias
acaricio el suelo
y en pocas semanas
¡de nuevo en el cielo!

A un solo lugar
jamás he llegado
por más que mil veces
lo haya intentado.

Le ruego a las nubes
le suplico al viento
¿por qué nadie quiere
llevarme al desierto?

8

¡Caer, perderse
es todo su anhelo
dejar las chaquetas
y rodar por el suelo!

¿Cómo dura más atado,
al coserlo fuerte
o al dejarlo holgado?

¿Siente miedo o siente prisa
mientras cae
de la camisa?

9

Yo tejo
las escamas
de cada mañana.

Yo le bordo
lentejuelas
a la araña
en su tela.

Y a cada
yuyito
le calmo la sed.

¿Por qué de repente
un aire malvado
pasa y lo que toco
va dejando helado?

10

Dulces labios reciben
mi sonrisa amarilla
pero agrios se tuercen
al probar mi saliva.

Una niña golosa
me besa
¿por qué frunce la boca
y completa una mueca?

11

a Ercilia y Virginia

¿Para qué se abren tan rojas?
¿Para el colibrí
que ni siquiera las roza?

¿Para el zum zum que la abeja
en el aire enreda
como una madeja?

¿Para las miradas tristes
que vagan sobre las cosas
y el dolor que nunca olvidan
olvidan sobre sus hojas?

12

¿A qué día, a qué hora
a qué exacto segundo
aprontas tus valijas
para irte hacia otros mundos?

¿Cuando la tierra parda
ya no se resquebraja
y la flor del zapallo
se abre y ya no cuaja?

¿Cuando pasan las horas
y siguen las camisas
aleteando en las sogas?

¿Cuando pasa todo el día
y ninguna cigarra
ha dicho: "¡es mediodía!"?

¿Cuando los cinco dedos
de pronto acobardados
ya no quieren ser libres
y buscan los zapatos?

¿Cuando a la cinta negra,
sedienta, del asfalto
no engaña el horizonte
con sus charquitos falsos?

¿Cuando la primera hoja
se pone amarilla
entiendes que es la hora
de huir a toda prisa?

¿O acaso te demoras
jugando al veo veo
hasta que los tomates
se pintan por entero?