Te propongo, querido viajero, un juego: que percibas Granada a través de cada uno de tus sentidos. Te advierto que no es un ejercicio fácil, a pesar de las múltiples ventanas por las que resbala su hermosura; si de veras quieres entenderla entera, si ansías empaparte de ella, tienes que abrir tu alma y dejar que te cale, que inunde todos tus sentidos, mirarla con ojos de águila desde la torre de la Vela o el mirador de San Nicolás, escuchar los ecos profundos de su pasado y el palpitar de sus gentes de hoy, saborear los caldos calientes de sus tabernas, palpar los muslos turgentes de sus fuentes y oler el humo violeta de su cuerpo.
Cuando el arcoíris de tus sentidos haya alcanzado la plenitud de su elíptica, tamiza con ojos críticos cada uno de los estímulos percibidos y el jugo que resulte bébetelo en copa de cristal tallado, desde ese momento, tus carnes serán un remedo de su textura, tu alma, un aljibe más donde ella reposará para siempre. Sal y báñate en ella.
la vista
Si hay una ciudad donde la luz juega al escondite que, si no estás atento se te pierde entre las sombras de los dos ríos sobre los que está asentada cuando platica con el Sacromonte en las tardes de rojo agareno, ésta, es Granada. El sol la colorea de distinta manera si resbala por los cármenes floridos del Albaicín, que cuando baja a las oscuras callejas de su entramado urbano o planea lento sobre las terrazas de fuerte color Generalife.
Fotografía en tus retinas, nada de cámara fotográfica, cada una de sus callejuelas, recréate en todas y cada una de sus fachadas y no dejes que los silogismos profanos te cuarteen los ojos y no puedas retratarla en todo su esplendor.
Esta ciudad cambia los matices constantemente, inyecta esencias diferentes en cada amanecer, las pinceladas cromáticas con las que se peina apuran todos los aceites. Granada es luz y contraste en estado puro, mírala con pasión.
el tacto
Si manoseas los adobes terrosos de su muralla, si posas tu frente en el frío mármol de sus iglesias, si lavas tus manos en los bucles de sus fuentes, estarás recorriendo la piel lozana y tersa de esta ciudad que se viste de sayo en otoño, con abanicos de colores en primavera.
Tócala con la mano, no sólo con el alma, manosea las paredes ásperas del cubo y comprenderás que ella no es sólo pasado, que se unta en la piel los afeites modernos sin cambiar su lozana estampa, que remoza los abalorios de su vestido sin perder un ápice de su encanto. Acaríciala como si fuera tu amante, con la misma pasión que el marinero ama en cada puerto, con mano suave, con besos tiernos, con susurros de balsámico aceite. Pálpala.
el olfato
¿A qué huele Granada? ¿Cómo la puedo oler? ¿Dónde? Para mí, huele a musgo umbrío del Darro, al vaho caliente de su vega, a frondoso y fragante olor de rosas, a rocío matutino, a naranjo y a miel. ¿De dónde sacas esas fragancias? De los fresnos áureos de la fuente del avellano, del intenso supurar de los cipreses del Albayzín, del aromático mirto.
No pierdas tu tiempo en preguntas que en nada te van a ayudar, sal a la calle y rastrea, como un sabueso, todos sus rincones, sigue el rastro selvático de sus viejas heridas y olerás el azafrán de sus aljibes; olfatea cada palmo de su cuerpo y percibirás los olores calientes que embriagan, persigue contracorriente los hilos de plata que la bañan y comprenderás a qué huele Granada. Abre tus pituitarias y llena tus pulmones de su aroma.
el oido
El claxon de la velocidad déjalo en el hotel, cálzate las zapatillas de la calma y abre el micro de tus sentidos. Ve al bosque de la Sabica y escucha el correr del agua por las acequias que inspiran al ruiseñor y cómo la umbría lo envuelve todo en ovillos de silencio, duende que no vemos, pero que está ahí y juega con los niños en los estanques, en las horas de la amanecida con los amantes, en los alminares de las noches cerradas con los crápulas.
Los susurros arcanos que corren bajo las bóvedas del Dauro son los mismos lamentos y alegrías que brotan en las cuevas del Sacromonte, por eso, quítate los auriculares de la prisa, siéntate en un banco del paseo de los tristes y escucha el lamento quejoso del agua que baja de la sierra, antes que el bullicio de la calle y el acre tumulto del tráfico lo engulla. Escúchala con atención
el gusto
Como este sentido es menos espiritual, está hecho más para la materia, también hay que complacerlo sino el pentagrama de nuestros sentidos se arrugaría y no podríamos componer la sinfonía con las notas que cada día recogemos, Granada, viajero, te ofrece un amplio abanico de terrazas, de bares y restaurantes donde el quinto jinete, el de la gula, puede gozar de una gran variedad de viandas que lo dejarán saciado y complacido.
Si nos visitas a primeros de año y no temes que algún pliegue de tu piel comience a redondearse, no te vayas sin probar la olla de San Antón, ni dejes subir al Sacromonte a comer habas con bacalao, pero si tu paladar es más exquisito y tu bolsillo no sufre las inclemencias del Ibex 35, no te preocupes, esta ciudad es una despensa repleta de buenos manjares y tiene un ramillete de excelentes restauradores que darán cumplida respuesta a tus demandas.
Como ves, este sentido no se alimenta de cosas etéreas, si me apuras vive más a pie de tierra, es el encargado de la intendencia, el que cuida los detalles para que sus cuatro hermanos puedan abarcar los cuatro estadios de los que se viste la belleza
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