domingo, 6 de diciembre de 2009

Granada. La Alhambra


«La Alhambra es como un antiguo libro de leyendas, lleno de signos de escritura fantásticos, trazados en oro y policromía: cada cámara, cada patio, es una página distinta de la misma historia, en la misma lengua y, sin embargo siempre como un nuevo capítulo.»
En el aire, por encima de Granada, colgaba todo un abigarrado tapiz de lámparas, algo así como una nube de resplandecientes colibríes.

... fuimos a parar a una alameda próxima a la Puerta de la Justicia, sobre cuyo arco de herradura se ve una mano abierta con los dedos extendidos, y en el lado posterior del mismo, una llave. Es célebre la leyenda inscrita en jeroglífico por el arquitecto: «No perecerán las murallas de la Alhambra en tanto la mano la llave no alcance». Según cuentan, se relaciona con dicha sala (de los Abencerrajes) la última historia de fantasmas conocida en España; aún suenan aquí por las noches los lamentos y estremecedores gritos y amenazas de ánimas en pena.

El Patio de los Leones y la Sala de las Dos Hermanas estaban, por orden de su majestad la reina, siendo fotografiadas por un famoso fotógrafo inglés; el hombre se hallaba en plena faena, y no se permitía entrar a nadie por temor a que se le molestase. A través de los arcos reconocimos a toda la tribu gitana que antes viera yo subir hacia allí; les habían mandado llamar para animar los retratos con personas vivas... En un santiamén estuvo hecha la foto; imposible describirla; quizá algún día la vea, pero ésta era, con toda seguridad, la última vez que contemplaba la Alhambra.

.. el Generalife me atrajo con mayor frecuencia que el palacio de la Alhambra. Había aquí fragancia de rosas como en las poesías antiguas; las aguas cristalinas precipitábanse susurrantes como entonces; los añosos e imponentes cipreses, mudos testigos de cuanto nos ha sido transmitido por leyendas y romances, esparcían sus frescas ramas en el mismísimo aire que yo respiraba... En los jardines del Generalife sentí el primer toque del invierno; una ligera ráfaga de viento, un beso, desprendió en un segundo las hojas amarillas del follaje.

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