sábado, 26 de junio de 2010

"Hay que hacer todo como un amante"

¿Sus padres en qué han trabajado?

Mi padre murió y mi madre vive. Mi padre tenía unos viveros de árboles frutales que la familia amplió después a otros tipos de árboles, y uno de mis hermanos lo transformó, finalmente, en uno de los primeros viveros de jardinería mediterránea.

¿Y no deseó continuar con ese negocio?

Bueno, a mis padres la guerra les interrumpió los estudios, pero siempre fueron personas de una gran curiosidad y con una gran inteligencia natural, tanto uno como otro. Siempre nos dieron libertad a los cuatro hermanos para hacer lo que quisiéramos. Mi padre me decía: "No importa lo que estudies, lo importante es que hagas aquello que te guste y que en el campo que escojas trates de ser de los mejores. Con eso basta".

Yo, por cosas de la vida que no sabría explicar, siempre tenía un libro en las manos. Para mí, la literatura fue, de hecho, el trampolín hacia el mundo de la ficción y de la imaginación. A los cinco o seis años veía un papel por la calle y lo cogía para leerlo, como respondiendo a una tendencia compulsiva.

¿Tenía en la familia o entre los amigos buenos aficionados a la lectura?

No, nadie, nadie. Por casualidad, a los 10 años me llegaron a las manos las obras completas de Julio Verne y durante todo un año no hice otra cosa que leer a Julio Verne. Hice una inmersión total, no jugaba, no seguía las clases, era Julio Verne por la mañana, por la tarde y por la noche.

Primero fue Julio Verne y después vino Homero.

¿Y cómo llegó Homero?

Pues porque, entonces, todavía los sábados por la mañana había clase en los institutos y nos hacían ir a la biblioteca. Yo fui un día a la biblioteca y cogí la Odisea y luego la Ilíada y ahí empecé a leer disfrutando cada vez más de un mundo paralelo donde parecía que podías navegar libremente. Donde uno mismo, partiendo de tu realidad física y corpórea, despegaba de su cuerpo y ya solo existía ese mundo donde había una creación que te abría a unos nuevos universos, otras cosas.

Realmente, durante esos años, el poco dinero que tenía me lo gastaba en libros. Así me dediqué a comprarme uno tras otro los premios Nobel de Literatura.

¿Y el dinero?

Mi madre me preguntaba cuando le pedía dinero si lo quería para leer o para estudiar, y yo le decía: "Es lo mismo". Entonces llegó el momento en que tenías que decidir qué querías hacer en la vida y fue a los 14 o 15 años cuando me preguntó la profesora de literatura qué estaba leyendo. Le contesté que estaba leyendo Cien años de soledad, y me dijo: "Ah, curioso, ¿podrías volver dentro de dos semanas y hacer una presentación del libro ante tus compañeros?". Respondí: "claro que sí, y volví a leerlo tomando notas para hacer la presentación. Pero entonces descubrí que el placer de la lectura había desaparecido, que mi placer se había convertido en un trabajo y lo que fuera un puro disfrute sin objetivo alguno se convertía en un trabajo con un objetivo. Entonces me dije: "Prefiero leer sin tener que dar ninguna explicación, disfrutarlo simple y llanamente".

Otra afición era el cine y otra también fue el arte. De las tres aficiones elegí la tercera porque no quería mancillar ni la primera ni la segunda con la contaminación del trabajo. Quería la experiencia pura y el disfrute puro.

¿La tercera afición le importaba, por tanto, menos?

Me importaba menos y, sobre todo, me permitía cobrar distancia respecto a ella. Me permitía dar un paso atrás y mirar las cosas con detenimiento, analizarlas y luego darles la vuelta. Pero con las otras pasiones no quería hacerlo. Si tú lees 2666, de Roberto Bolaño, y tienes que analizarlo sepierde mucho, se rompe el ritmo, se interrumpe el torrente. Esta era la cuestión.

¿Y estudió arte?

Estudié los dos cursos comunes de Geografía e Historia y, en el verano de 1976, al acabar el segundo curso, elegí la especialidad de Historia del Arte. Aquel año se celebraba la Bienal de Venecia dedicada a España desde 1936 a 1976, y yo, que ese verano había trabajado como guía en las visitas a la Cueva de las Calaveras en Benidoleig, próxima a mi pueblo, me costeé el viaje.

En esa Bienal fue la primera vez que vi arte moderno en vivo, porque hasta entonces solo había visto reproducciones en los libros.

De modo que lo que hasta entonces había sido un mundo sombrío en las páginas de los libros se convirtió en un universo colmado de colores y de energía. Era como encender la luz, pasar de repente al resplandor.

Y me dije: "Esto es lo que quiero hacer". Tenía muy poco dinero y quería comprar el catálogo de la Bienal, pero, una de dos, o compraba el catálogo o comía. Así que pensé: en España podrás comer lo que quieras, pero el catálogo no será fácil conseguirlo, así que me gasté el dinero en el catálogo.

Italia me fascinó esa primera vez, y cada año, desde entonces, iba en septiembre a ver arte.



http://www.elpais.com/articulo/portada/Hay/hacer/todo/amante/elpepusoceps/20100530elpepspor_7/Tes

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