domingo, 27 de diciembre de 2009
EDUCACIÓN La lectura en la enseñanza del español a universitarios
Ibeth Guzmán - 12/26/2009
ALUMNOS DE NIVEL SUPERIOR SE MUESTRAN APÁTICOS ANTE LA CULTURA ESCRITA
Pareciera que cuando los estudiantes que hoy tenemos en nuestras aulas aprendieron a leer, lo que realmente aprendieron fue a descifrar palabras.
Santo Domingo.- Cuando preguntamos a nuestros estudiantes universitarios: ¿Cuál es la importancia que tiene la lectura?, respuestas como: “me ayuda a enriquecer mi léxico”, “a través de ella puedo mejorar mi ortografía”, “me sirve para expresarme mejor oralmente”, etc…, esto nos muestra la mirada meramente formativa que ellos tienen sobre la lectura.
Para ellos leer es un proceso mecánico de decodificación de símbolos convencionales y no un proceso de construcción de significados a partir de los conocimientos previos del lector.
María Eugenia Dubois sostiene que “leer es un proceso generador de sentido, el lector está muy lejos de ser pasivo; al contrario, debe buscar activamente en su memoria el esquema conceptual que le permitirá contrastar la nueva información con los conocimientos ya existentes”. Cabe preguntarse entonces qué y para qué leen nuestros alumnos.
¿Para descodificar o para comprender? La respuesta no radica en el simple ejercicio de ubicar su concepción de lectura en una teoría o en otra, sino más bien en interpretar la razón por la cual leer no es una actividad consuetudinaria en sus vidas. Rousseau señalaba en el Siglo XVIII: “La lectura es el azote de la infancia. Nadie siente curiosidad por perfeccionar el instrumento con el que se le atormenta”.
Esto nos lleva a pensar que si comprender el sentido global de un texto no es el objetivo de lectura, ¿hacia dónde se concentra el foco de atención de nuestros alumnos cuando entran en contacto con la lengua escrita? ¿Hacia las convenciones de la escritura? ¿A buscar el significado textual de las palabras aisladas de su contexto? Entonces ya vemos que la razón del bajo índice de lectura de nuestros jóvenes universitarios no radica en una simple apatía por la cultura escrita, sino que esta actitud es un mecanismo de defensa hacia su propia forma de concebir el acto de leer.
Ahora bien, ¿hasta donde esta concepción formalista de la lectura es responsabilidad exclusiva del alumno? ¿Hasta qué punto el sistema educativo es responsable de esta concepción? En el aula, se les enseñó a leer en base de consecutivos ejercicios de “lectura comprensiva”, donde lo primordial era: pa rarse bien, leer fluidamente en voz alta, hacer las pausas adecuadas de acuerdo a los signos de puntuación, en fin los aspectos externos del proceso de lectura real.
Pareciera que cuando los estudiantes que hoy tenemos en nuestras aulas aprendieron a leer, lo que realmente aprendieron fue a descifrar palabras y no a comprender ideas.
Compromiso
¿Qué hacer ahora con esta situación? ¿Culpar al maestro de primaria o secundaria que no enseñó a nuestros estudiantes a leer con diferentes intenciones? Como bien argumenta Isabel Solé en su artículo “Leer y escribir: un enfoque comunicativo y constructivista”: “Leer para comprender, hacer, crear, ya que la lectura tiene como objetivo la comprensión de un texto, por lo que enseñar a leer es también enseñar a comprender”.
Nuestro compromiso trasciende las esferas del reproche entre colegas. Lo necesario ahora es hacer que el aula de lengua se convierta en un espacio donde leer sea una actividad amena, distendida: “leer por leer” para crear ese momento mágico de la lectura. Tal como señalan Colomer y Camps: “La manera en la que una persona crea el hábito de lectura es leyendo. Siendo así en la clase de español puede abrirse un espacio para leer solo por el placer de escuchar.
Una lectura que se deslinde de las actividades académicas habituales. Desarrollar una situación comunicativa, una situación real de de lectura”.
También es importante hablar con nuestros jóvenes de lo que leyeron; dejarles compartir con nosotros las partes que ellos deseen de la lectura, no la que les impongamos; dejarles elegir los textos que desean leer y que los lean para ellos, no para nosotros.
“Dejar a un lado la ejercitación mecánica y la memorización; las series de preguntas sobre el texto que no aportan nada a la comprensión… Todo ello para dar paso a la comprensión del texto, a la reflexión de lo leído, así como su relación con otros aspectos, tanto académicos como personales del alumno”.
Hacerles ver que aquello que hicieron con la lectura, sea un reporte escrito, un comentario, una exposición visual, etc., tuvo un valor importante para la clase y para el maestro. Hay que dejarles ver que esa interpre tación del texto que realizaron les importa a los demás, y de esta manera involucrar a todo el grupo con la lectura individual de sus compañeros.
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ESTRATEGIAS PARA UTILIZAR EN EL AULA
Abundan las estrategias que pudiéramos utilizar en el aula de clase para desarrollar en nuestros alumnos las competencias de comprensión lectora.
Aunque el camino es largo y los resultados se hacen esperar, a la larga esa pequeña porción de amor por la palabra escrita resultará en un cambio significativo a favor de la lectura en nuestros jóvenes lectores.
Esto parecería una concepción utópica del papel de la lectura en el aula de clase, pero es de las pocas armas que nos quedan para que la actitud de nuestros estudiantes hacia la lectura cambie de lo vetusto y mecánico a lo cotidiano y funcional.
http://www.listindiario.com.do/app/article.aspx?id=126112
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