EL RAYO VERDE
Los días tienen otra perspectiva cuando espera, al final, un buen libro. El cansancio, los conflictos, las miserias propias y ajenas desaparecen y uno comienza a sentirse como en casa, según la feliz frase de Steiner, al abrir sus páginas. Con la que está cayendo, más que nunca la literatura es una terapia, un refugio, un consuelo y un gustazo. Este domingo en el que la primavera brota tan esplendorosa después de los temporales que nos han machacado estos últimos meses, leer, y hablar de libros, es lo mejor que se me ocurre para ofrecer a quienes se acercan a este rincón, porque pocos temas hay más estimulantes, a mi juicio, que desatar la pasión lectora, dar noticia de los descubrimientos más recientes o recibir pistas de otros territorios por explorar. Los que compartimos esta pequeña debilidad podemos comprender que Chesterton, en un artículo titulado Lectura y locura -que da nombre a un libro exquisito que me regaló mi hija María estos Reyes por consejo de mi sabio librero, por cierto- llegue a decir que la biblioteca del Museo Británico «además de sus múltiples servicios, desempeña muchas de las funciones de un sanatorio mental». La mía, sin duda.
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